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¿Qué puedo hacer para que mi hijo coma?


Tecnología educativa

La hora de comer se convierte en una pesadilla para algunos padres, que ven cómo sus hijos rechazan los platos o comen menos de lo que creen necesario. Para los niños el momento del almuerzo se convierte también en una obligación.


Crear una atmósfera apropiada


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La hora de la comida debe ser en un ritual agradable para que los niños asocien este momento con algo placentero y no como una situación tensa. Está comprobado que cuando comemos solos lo hacemos con menos apetito. Reunirse toda la familia en torno a la mesa crea sensación de unidad, refuerza los lazos familiares y se facilitan las conversaciones de las que solemos carecer por nuestras apretadas agendas. En este ambiente distendido es más fácil que la comida vaya desapareciendo del plato como por arte de magia. Además, al estar acompañados, los niños verán que sus padres comen todo y de todo. De esta forma se animarán a probar sabores nuevos y aprenderán a terminar su ración.

Se recomienda ponerles dosis pequeñas, acordes a su tamaño. Para hacernos una idea, la cantidad de comida que un niño necesita es del tamaño de su puño cerrado. ¿Cuántas veces estamos obligándoles o intentado que coman más de esta cantidad que, aunque a los adultos nos parece escasa, es más que suficiente? Forzarlos a comer más de lo que necesita su cuerpo o alimentos que no les gustan es un error. Ponte en su lugar cuando estás saciado e imagina que alguien te obligue a seguir ingiriendo. O que tienes que comerte una ración de algo que aborreces.


Los horarios, nuestros aliados


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Seguir un horario saludable y uniforme todos los días también ayuda. En vacaciones solemos comer a distintas horas, dependiendo de las actividades o el lugar donde nos encontremos. En España, además, solemos hacerlo a horas tardías, cuando la sensación de hambre ya ha pasado o los niños ya están cansados de jugar todo el día en el agua y tienen una necesidad imperiosa de cargar sus baterías. Un niño somnoliento no come bien y está más irritable, por lo que será más difícil que entre en razones. Además, no es saludable irse a la cama con el estómago lleno.

Respetemos dentro de lo posible unas franjas horarias para las comidas: entre las dos y las tres y de nueve a diez para las cenas. Si escuchamos nuestro cuerpo no necesitaremos mirar el reloj. Si hemos desayunado sobre las nueve y hemos tomado algún tentempié a media mañana, lo normal es que a las dos o las tres tengamos hambre de nuevo. Además, los niños adoran las rutinas, el saber qué va a pasar a continuación les crea una sensación de seguridad y propiciará que ellos mismos sientan que se acerca la hora de comer y se mentalizarán.


Hazles partícipes de los preliminares


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No hace falta llevar a los niños a una granja para ver de dónde vienen la leche y los huevos, pero sí conviene involucrarlos en los preparativos de la comida. Llévalos al supermercado, explícale qué compras y por qué, cómo se conservan una vez en casa los alimento y, cuando te pongas con las manos en la masa, invítalos a la cocina en calidad de pinches. Además de encantarles preparar la comida, sentirán que están siendo útiles y disfrutarán contigo de un rato alegre y divertido. A la hora de servir el plato que han preparado se van a sentir orgullosos de su trabajo y van a querer probarlo con mucho más interés.




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