Cómo evitar averías en los electrodomésticos
No es grave, nadie sale herido, no causa daños irreparables en el hogar pero, reconozcámoslo, es un verdadero fastidio. Sufrir una avería en uno de nuestros electrodomésticos es una lata que, además, puede estropearnos el presupuesto del mes. Pero tranquilos, hay una serie de trucos y buenas prácticas que pueden evitar una de esas inoportunas averías.
Ubicación, enchufes y conservación
A continuación, veremos, caso por caso, cómo reducir el riesgo de averías en los electrodomésticosmás habituales en nuestras casas. Pero, antes de eso, daremos algunos consejos que pueden aplicarse a todos ellos. El primero es prestar mucha atención a dónde los colocamos. Por ejemplo, ningún electrodoméstico debe estar en el exterior, donde pueda recibir la luz directa del sol o mojarse. Tampoco deben estar pegados a la pared por la parte de atrás porque necesitan ventilarse y conviene que, si los colocamos uno al lado de otro, dejemos al menos un par de centímetros de separación entre ellos.
El uso de la electricidad es, seguramente, el principal motivo de averías en los electrodomésticos. Un número excesivo de cables, ladrones o alargadores es una fuente innecesaria de cortocircuitos y sobrecalentamientos. Pero tampoco te pases poniendo enchufes por toda la cocina. Consulta a un electricista antes de pedirle al albañil que coloque cualquier toma de corriente en la cocina. Además, recuerda que la vitrocerámica debe ir a su propia toma, ya que necesita una intensidad de 25 amperios, mientras que los demás aparatos funcionan con 16.
Si la instalación eléctrica de la casa es antigua, es importante averiguar la potencia que tiene contratada antes de colocar electrodomésticos nuevos, y averiguar el consumo de vatios de cada uno de ellos. Por último, debemos permanecer alerta ante cualquier desperfecto, irregularidad o mal funcionamiento de los aparatos de nuestra cocina. Más vale llevar a reparar uno de ellos que arriesgarse a que produzca un fallo general en la instalación.
Evitando averías caso por caso
Horno. Acostúmbrate a limpiarlo con frecuencia, a ser posible después de cada uso, y hazlo cuando se haya enfriado para no dañar el esmalte. Y, por supuesto, emplea productos especiales para horno.
Lavadora. Limpia con frecuencia el filtro y los depósitos de detergente y suavizante. No la llenes demasiado (ni demasiado poco), chequea que las mangueras de llenado y vaciado no están retorcidas, arrugadas o aplastadas y que están bien sujetas a las tomas. Procura que las patas estén bien reguladas para evitar vibraciones que podrían dañarla. No tengas miedo a dejar la puerta abierta después de cada lavado, así conseguirás que no se forme moho ni aparezcan malos olores.
Lavavajillas. Ten paciencia y espera a que esté lleno antes de ponerlo, y procura conectarlo vacío una vez al mes. Si ves que se forma cal, puedes eliminarla con sales específicas para lavavajillas. Evita meter platos o cubiertos con restos de comida.
Frigorífico. Nunca lo coloques cerca de fuentes de calor, mantén el desagüe interior limpio, no dejes que se forme escarcha y presta atención al estado de las gomas de la puerta.
Vitrocerámica. Para evitar que se agriete el cristal puedes colocar la sartén o cazuela antes de encenderla. Nunca utilices menaje que no esté indicado para vitro y usa solo productos específicos para limpiarla (cuando esté fría).
Microondas. Nunca lo pongas cerca de una fuente de agua, no coloques nada encima de su superficie, no tapes sus rejillas de ventilación y bajo ningún concepto metas nada metálico cuando lo vayas a poner en funcionamiento.
Campana extractora. Ponla en funcionamiento siempre que cocines, así evitarás que se acumule grasa y humedad en su motor. Además, procura limpiar sus filtros con frecuencia (puedes meterlos en el lavavajillas solo si son metálicos).
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