La amistad, el mejor aliado para el crecimiento de tus hijos
Aunque siempre se ha pensado que la timidez es una forma de ser, en realidad se trata de una manifestación de una inseguridad personal. Es decir, una forma de mostrarnos ante los demás. No “se es tímido” sino que uno “se comporta con timidez” y esta característica personal no es inmodificable sino que podemos ir superándola a lo largo de las distintas etapas de la vida.
Si aceptamos este punto de partida, entenderemos la timidez como un mecanismo de defensa ante nuestras inseguridades y solo aquellas personas que tengan una profunda inseguridad en numerosas parcelas de su vida vivirán esa timidez como algo patológico.
La niñez es una etapa de la vida en la que los expertos entienden que es habitual tener comportamientos tímidos, especialmente en los niños/as muy sensibles. De manera que los padres deben estar alerta para calibrar si la timidez de sus hijos es muy extrema y se acompaña de otros síntomas que pueden estar perjudicando el proceso de socialización del niño, en cuyo caso deberían buscar ayuda profesional o si se trata simplemente de la timidez normal de un pequeño ante una situación en la que no está del todo cómodo.
¿Qué pueden hacer los padres?
Otra forma de aprender
Los expertos indican que hay que entender qué le pasa al niño y valorarlo como algo que no tienen que empeñarse en corregir. Reprender a un niño porque no quiere darle un beso a un adulto que le presentan o porque necesita su tiempo para hablar con otros pequeños es lo peor que podemos hacer. Si el niño se muestra tímido es que siente inseguridad y si lo que le falta es seguridad para afrontar una situación se sentirá peor si nota la presión de los progenitores. Los expertos hablan de la metáfora del caracol, que se protege metiéndose en su caparazón cuando percibe una amenaza. Así, los niños tímidos harán lo mismo si los padres les insisten y riñen por no cumplir con las normas sociales que los pequeños todavía no han aprendido y no tienen por qué saber manejar con espontaneidad.
La socialización a lo largo de la niñez
Lo habitual es que con la edad, los pequeños vayan comprendiendo que esas situaciones no son amenazas y poco a poco generen sus propias estrategias para ganar seguridad en contextos que supongan un pequeño reto para ellos. El papel de los padres durante este proceso es mostrarles su apoyo, cariño y protección en todo momento y reforzar positivamente las actuaciones en las que el pequeño supere su timidez sin cargar negativamente en las veces que no sea capaz.
Para hacerlo sin miedos los padres deben saber que hasta aproximadamente los 18 meses, los niños no entienden su capacidad de interacción con el entorno y, en este comienzo del aprendizaje social, lo más recomendable es que el pequeño desarrolle estas capacidades junto a la persona que más estabilidad emocional le proporcione.
A partir de los 3 o 4 años, sin embargo, los pequeños suelen expresar mejor sus propias emociones y los expertos señalan que este es un buen momento para que comience a socializar con otros niños pero siempre respetando el ritmo de nuestro hijo y su interacción sin obligarle a más de lo que el pequeño pueda dar en un contexto determinado.
Mientras este proceso se haga de forma paulatina y en compañía de los padres, o de al menos uno de ellos, las familias pueden estar tranquilas e ir viendo los progresos de un niño tímido que, por regla general, irá superando este comportamiento a medida que vaya adquiriendo seguridad y autoestima.
Algunos expertos recomiendan preguntar al pequeño si desea jugar con otros niños y, por ejemplo, invitarlos a casa o a un entorno seguro para el niño o probar planes con otras familias con hijos de edades similares para que los menores presencien y aprendan de la interacción de los mayores entre ellos.
La única regla para ayudar a que tu hijo supere sus comportamientos de timidez es no valorarlos como un problema que hay que atajar, esconder o evitar sino como un comportamiento normalizado dentro de la evolución emocional del pequeño.
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